Las organizaciones de la sociedad civil impulsan principios democráticos al generar las condiciones que permitan vivir en un mejor país, al visibilizar y plantear soluciones a los problemas públicos, fungir como contrapeso del gobierno, y la construcción de puentes entre los diversos actores.
Por Beatriz Martínez, Cristina Gómez y Daniel Revilla
El 15 de septiembre se celebró el Día Internacional de la Democracia, una fecha importante para reflexionar sobre el estado y los alcances de la democracia en nuestro país. Según el reporte 2018 de Freedom House,[1] a nivel global la democracia enfrenta signos notables de deterioro; factores como la violación de las garantías y derechos civiles, elecciones poco transparentes y una libertad de expresión coartada han debilitado la consolidación de una vida democrática. El estudio Latinobarómetro[2] 2017 señala un declive importante en la escala de desarrollo democrático de la región, en una escala del 1 al 10, donde 1 representa “no democrático” y 10 representa “totalmente democrático”, el promedio de los 18 países entrevistados fue de 5.4. Asimismo, el Índice de Democracia[3], elaborado por el semanario inglés The Economist, sitúa a México en el lugar 66 de 167 países con una calificación de 6.41 de 10 puntos posibles; catalogándolo como un país con una “democracia con fallas[4]”.
En suma, estos indicadores apuntan hacia una dirección; la democracia atraviesa un proceso de debilitamiento y desaprobación en múltiples niveles, y México no es la excepción.
Sin embargo, esto no significa que la democracia no funcione por sí misma, sino que existen múltiples factores que han desgastado la confianza en ella. En este sentido, una democracia sólida no se limita a la existencia de procesos electorales que nos permiten elegir a nuestros representantes; una democracia sólida es la forma de gobierno incluyente y plural que posibilita que las y los ciudadanos vivamos en condiciones de libertad e igualdad, mediante el correcto funcionamiento de sus instituciones. Para que estas condiciones puedan alcanzarse dentro de la sociedad, hay ciertos mecanismos que también deben emplearse, por ejemplo, garantizar el respeto de los derechos humanos, asegurar el cumplimiento del Estado de derecho, fortalecer la capacidad de respuesta de los gobernantes hacia sus representados, implementar mecanismos de transparencia y rendición de cuentas, entre otros. Estos mecanismos construyen, en medida, una democracia más sólida que a largo plazo permite mejorar nuestra calidad de vida.
Vale la pena también reflexionar sobre cómo la democracia, al ser más que un proceso electoral, no es un fin per se sino también un medio perfectible que busque cubrir las necesidades de la sociedad y por el cual se debe trabajar de manera colectiva y organizada; tanto en la esfera pública como privada. Desde esta visión, las organizaciones de la sociedad civil (OSC) impulsan principios democráticos al generar las condiciones que nos permitan vivir en un mejor país, pues conocen, visibilizan y plantean soluciones a los problemas públicos, fungen como contrapeso del gobierno a través de la participación y vigilancia ciudadana, y construyen puentes entre los diversos actores, tales como empresas, medios de comunicación, escuelas y sociedad civil organizada (SCO). En este sentido, la participación activa y propositiva de las OSC representa uno de los motores que pueden impulsar la consolidación de una mejor democracia.
Como seguimiento al trabajo de las OSC por una vida democrática, en Alternativas y Capacidades, a través del proyecto Fondos a la Vista, detectamos que en México por cada 100,000 habitantes existe una OSC que trabaja por la participación ciudadana, incidencia en políticas públicas, y defensa de los derechos civiles y políticos de la ciudadanía. Por ejemplo, en el pasado proceso electoral, la SCO mostró que está interesada en construir, colaborativamente con el gobierno, un país más justo, libre y democrático. Desde Alternativas identificamos 38 iniciativas que buscaron, entre otras cosas, insertar en la agenda del gobierno electo a nivel federal, propuestas de políticas públicas para mejorar las condiciones del país, en materia de educación, salud, género, seguridad, justicia, medio ambiente y movilidad, entre otros temas. Sin embargo, estas iniciativas no son las únicas, seguir trabajando en éstas y nuevas alternativas es indispensable pues en la medida en que las OSC se involucren en la toma de decisiones y en la vida política del país desde su ámbito de acción y alcance geográfico (local, estatal y nacional), se podrá robustecer nuestro sistema democrático.
Sin duda, la democracia en nuestro país se encuentra desgastada pero la sociedad civil organizada tiene en sus manos las capacidades para revertir esta visión negativa y ayudar a que la situación mejore. Las OSC, junto con la ciudadanía y los diversos actores de México, deben trabajar en conjunto para asegurar la consolidación de un gobierno democrático comprometido con acciones que vayan más allá de celebrar elecciones. Si contamos con diversos actores que trabajen de manera articulada por la transformación social de México y aboguen por una sociedad civil capaz y deliberativa, será posible la construcción de un estado más democrático.
Si deseas conocer más sobre las aportaciones realizadas por las OSC en el marco de las elecciones pasadas, consulta nuestra investigación: Sociedad Civil Organizada en las Elecciones Presidenciales 2018, aquí.
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